Olor a batalla…

Donde todos somos iguales.

Ni ricos.

Ni pobres.

Ni credos.

Ni razas.

Solo hombres…

 

En las trincheras,

agazapados como conejos,

atenazados por el miedo,

cubiertos de polvo, sudor y sangre,

esperando el anhelado momento,

cuando el miedo,

se convierte en locura,

en busca de su presa humana…

 

Exótico lugar,

donde ensuciar las almas con cadáveres,

donde exigir venganza,

donde cobrar cuentas,

por el compañero caido,

donde pagar con tu alma,

la mascare de la anterior batalla…

 

Los cuerpos…

heridos,

olvidados,

mutilados,

descompuestos,

esparcidos por el campo de batalla…

 

Ese espacio…

que separa ambos bandos,

entre trincheras ensangrentadas,

cubiertas de lodo y barro,

de cadáveres y miembros no enterrados,

que sirven de parapeto,

a los demás soldados…

 

Cuerpos y cadáveres a millares,

 

Sangre a raudales,

 

Olores…

a miedo y a pobredumbre,

a sudor, pánico y miedo,

a la espera del momento,

que suene la voz ordenando…

 

«Ataquen!!»

 

Caras de angustia,

cuerpos rígidos,

sudores fríos,

ojos temblorosos,

miradas extraviadas…

 

Mandan calar bayonetas,

la embestida será a la carga.

 

Nadie,

en ninguno de ambos bandos,

quiere enfrentarse cara a cara.

 

Prefieren,

disparar sin mirar,

como siempre,

con los ojos cerrados,

sin ver a quien hieren,

mutilan o matan…

 

No desean,

tener sobre sus conciencias,

sus caras.

 

Se preparan,

saltan de las trincheras,

a la voz de…

«Carga!!»

 

Disparos,

gritos y aullidos,

improperios y blasfemias…

 

Disparos!!

Una explosión!!

… NADA!!

 

SILENCIO …

 

No queda nadie,

no queda nada,

solo cuerpos,

en el CAMPO DE BATALLA…

 

 

 

O.R.