Manto de amapolas

cristalino oasis plomizo

donde reposa el odio placentero.

Baños de arena y barro

recrudecen los cuerpos nómadas

mientras abastece de sudor, orín y heces fecales

el devenir inmediato del camposanto.

Manantial escueto de verdades

ironías del destino

donde todos, eso se dice, somos iguales

caprichoso mentidero de farsantes

asesoran recorridos.

Sombras que yacen doradas

luces opacas

clausuran el sendero

trasiego sangrante de cadáveres

almas jadeantes sin retorno

con destino asumido.

Cumbre sangrienta se atisba

en el finito

mientras atrincherados

hombres esperan ser repatriados

evitando verse consumidos.

Agazapados entre el ansia y el miedo

por el temor y el deseo sometidos

cuerpos rebosantes de todo

tocaron fondo a lo largo del camino.

Fluidos corporales emanan

terror al vecino

nadie concede su dorso

precario desafío al instinto.

Esperando el momento anhelado

el miedo converso exhale locura

capaz de saltar al ruedo

sin conciencia

ni conscientes de que todo está escrito.

Aguarda la bestia tras la puerta

trancada con un lazo fino

espera el desasosiego

el agotamiento paulatino

expectante ante tanto delirio

cielo, infierno o purgatorio

un eco se hace aullido

carcajadas enajenadas aguardan

tiempo atrás los boletos fueron repartidos.

 

 

O.

Poesía