Hacinados… Afincados

En vagones lúgubres

En supletorios tenebrosos

Como corderos al matadero

Como excursionistas quejumbrosos

Iban… Todos juntos

Niños y adolescentes

Bebes y abuelos

Matrimonios y solteros

Buenos y malos

Juntos… Revueltos

 

Llegan a su destino

Un hombre alto y rubio

Rígido como una estatua

Un brazo elevado señalando el cielo… El derecho

Porte orgulloso

Mirada desafiante

… Dispuesto

 

Un paseíllo

De trajes grises

Dan la bienvenida a los agraciados… Desgraciados

Los sonríen… Escupen con

Sus miradas

Acompañándolos… A trompicones

A sus aposentos… Al mortuorio encierro

 

A los bebes y niños más pequeños

A los enfermos y ancianos

Les ayudan… Les arrastran

A la sala de espera… Al terrible y mortuorio centro que se ve y se huele a unos pocos metros

 

Unos en el edén de la muerte

Esperando su momento

Otros… Sin esperas… Directos

 

¿¿Mejor??…

¿¿Más justo??…

¿¿Ahorrar el calvario??

¿¿O ahorrar alimento??

¿¿Ahorrar munición??

¿¿O calentar los cuerpos??

 

De pie

Desafiante

El rubio coronel sigue el proceso

No cuestiona… Ni se inmuta

Es inmune… No se descompone su figura

¿¿Es trabajo o placer??

¿¿Es deber o ensañamiento??

 

Nunca se sabe… Ni se sabrá

Será su secreto

 

Solo un gesto… Un minúsculo movimiento

Acordado… Acostumbrado… Recordado

Unos a la cámara… Otros al paredón… Los «agraciados» a esperar intranquilos que pasen los días… Que llegue su momento

 

Que la negra silueta de la grisácea coraza decida…

¿¿Quién??…

 

O.

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