Perdido

ella

 

Socavo el vaso

como seca se encoge el alma

destierro solidario

encadenado a la barra.

Medio llena

medio vacía

traicionera amiga

elegida enemiga

traes paz y calma

desastre y desesperanza

una odisea regenta la taberna.

 

Miedo tengo

del regreso

de caer enamorado de su anarquía

volver a sembrar dudas

regresar de donde volvía.

 

Esfuerzo y pereza

una lucha interna

que agota

gotea mimbres encumbrados durante años

tambalea

tiembla

un economato que nunca cierra.

 

Se mantiene perenne en mi cabeza

un devastador empeño que no cesa

ese infierno hogareño

aquel que te apresa

te retiene

te somete

a duras penas levantas cabeza.

 

En la nada

eres presa perfecta

predilecto obsequio

que acompañar a su vera.

 

Pánico

terror

de quedarme en soledad

por tu intempestiva huida

enésima estocada

caprichosa tormenta

un sunami azote de mi cuerpo

instantes en los que la mente es pasajera.

 

Nadie desea permutar tu estancia

solo callan y observan

como cedes

como no cesa

como un hombre

de rodillas reza.

 

Miro esa barra

repleta de fantasmagóricas siluetas

que llaman

ansiosas aconsejan

guiñando una ofrenda

sospechoso bienestar

que moldea la pereza.

 

Acogerme sería miseria

aun sabiendo que podré verte tras ella

en el fondo del vaso

tras el cristal de la botella

en las pesadillas venideras.

A sabiendas

que cayendo en sus brazos

nadie ni nada regresa.

 

Puede

que si aprieto

fuertemente los párpados

mis ojos despierten

desmoronen las murallas

te vean.

Observen la silueta blanca

al fondo de la senda

en la penúltima silla de la barra

con una libre tras ella.

Mirándome con esa extraña sonrisa

jaleándome que vuelva

que avance

que prosiga

que no me duerma.

 

A duras penas concilio

ojos, mente y fuerzas.

Angustioso maratón

entre todas ellas.

 

Trastabillado

alcanzo tu vera.

Me miras

sonríes

me besas.

 

Sentado en la última silla

entre las manos amoratadas

asiento la cabeza

rompo entre sollozos

gemidos espontáneos que no cesan

una rabia irreconocible

por mis sudorosos poros atraviesa

arrasando como Atila

impidiendo que la pesadilla crezca

permitiendo a empellones

que tras tu silla

todo lo ajeno se desvanezca.

 

 

O.

Confesiones Poesía tiempo Vida

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